Sólo diez meses ha durado Leo Apotheker como CEO de HP. Un período marcado por erráticas decisiones y anuncios que provocaron la exasperación de los inversores hasta que, el jueves, los consejeros – avalistas de esa trayectoria – se acobardaron y echaron por la borda al ejecutivo alemán. En estas circunstancias, iniciar un proceso de selección para encontrar un reemplazo externo, hubiera supuesto un desgaste insoportable. Esta es la primera razón, más que sus méritos, por los que ha sido escogida Meg Whitman, que es a a la vez insider (como miembro reciente del consejo) y outsider (apenas conoce la compañía, y viene de una fracasada candidatura a gobernadora de California).
Los antecedentes son bien conocidos, y este blog se ha ocupado de ellos con asiduidad. Sin perjuicio de volver sobre el asunto, baste con recordar la peripecia bursátil de la compañía: desde que Apotheker se hizo cargo, la cotización de HP ha bajado un 47%; el miércoles, cuando trascendió el rumor de su despido, subió un 7%, y tras conocerse el nombre de su sucesora ha vuelto a caer (cierto es que en una jornada de hundimiento de Wall Street).
Entre los muchos elementos del drama, en este momento parece oportuno rescatar tres: 1) HP tiene un serio problema de gobernanza, que se concentra en la ineptitud de su consejo; 2) nadie sabe qué pasará con las decisiones más polémicas de Apotheker, y 3) HP sigue buscando talento fuera e ignorando el que tiene dentro.
La primera cuestión es la menos mediática y quizá la más relevante. De los trece miembros del consejo (una, la francesa Dominique Senequier, afín a Apotheker, ha anunciado su renuncia), hay seis, entre ellos Whitman, que se incorporaron en 2011; otros cinco estuvieron en la conspiración para cargarse a Mark Hurd y aún quedan dos de los que en 2005 sentenciaron a Carly Fiorina.
Un problema de este consejo, no exclusivo de HP desde luego, es que la mayoría de sus miembros tiene poco tiempo para dedicar a la empresa, ocupados como están por sus compromisos como partners de fondos de inversión en el Silicon Valley. El chairman, Ray Lane, que en tiempos fue número dos de Oracle, actualmente ejerce como socio de Kleiner Perkins Caufield & Byers, y durante meses fue el principal respaldo de Apotheker, hasta que las relaciones entre ambos se agriaron durante el verano. Otro consejero célebre es Marc Andreessen – recuérdese que debe su fortuna a la venta de Netscape – quien dirigió el comité que seleccionó a Apotheker. El Wall Street Journal recoge una opinión de Charles Elson, catedrático de Corporate Governance: “este consejo parece especialmente dotado para atraer las desgracias”.
La dinámica de funcionamiento de las corporaciones estadounidenses oscila entre la figura de un CEO (que en España equivale a consejero delegado) que impone sus puntos de vista al consejo y, con frecuencia, lo modela a su medida, y por otra parte unos consejos de dirección empeñados en cortar las alas al primer ejecutivo. Esta puja se manifiesta con crudeza cuando hay que renovar su composición según los estatutos.
Hoy es fácil afirmar que Apotheker fue una elección desafortunada, una mala salida para un enredo que pudo evitarse. HP – puede decirse – era un bocado demasiado grande para alguien que estaba desocupado desde que fuera despedido tras crear todos los problemas posibles en siete meses como CEO de SAP. Pero la estrategia definida por él para HP fue aprobada por el consejo, o no se han conocido discrepancias hasta esta semana.
No se sabe, desde luego, qué pasará con las decisiones más controvertidas de estos diez meses. Por razones legales, sería muy difícil deshacer la compra de la compañía británica Autonomy, muy criticada por su alto precio. Mucho menos puede decirse si se mantendrá la decisión de retirada del negocio de PC, o el inesperado abandono de las inversiones derivadas de la compra de Palm.
Por consiguiente, la crisis de identidad que vive HP no se cierra con la designación de Margaret (Meg) Whitman. Sus credenciales incluyen el éxito de haber dirigido eBay, que pasó de 86 millones de facturación al llegar, a 7.700 millones al salir de la empresa de comercio electrónico. Sus críticos han recordado estos días que pagó una suma exorbitante por Skype, y le achacan no saber nada de los variados negocios de HP.
En todo caso, ¿por qué Whitman? Dicho de otro modo, ¿por qué no ascender a alguno de los prominentes vicepresidentes como Todd Bradley, Dave Donatelli o Vyomesh Joshi, que dirigen divisiones cuyo volumen de negocio excede el de muchas grandes corporaciones? ¿Por qué no la eterna candidata Anne Livermore [que, por cierto, es la accionista individual más importante y también miembro del consejo]? Jeffrey Pfeffer, profesor de la escuela de negocios de Stanford, opina que es un pésimo mensaje para los directivos de la compañía: “tu talento no es suficiente, nunca llegarás a la cumbre”.